El
CONICIT es responsable de en primer orden de la creación y desarrollo de una
infraestructura expresada en laboratorios y bibliotecas, la formación de
investigadores, el desarrollo de postgrados, la publicación de revistas
científicas, la introducción de la telemática y, por otra parte, algo
igualmente importante, como es la implantación de una institucionalidad, vale
decir de un conjunto de valores, leyes y
prácticas, como basamento para el desenvolvimiento de la ciencia nacional. En
este sentido cabe destacar que perfiló el oficio del científico e introdujo
elementos determinantes para su profesionalización en tiempos en
que
tal oficio era casi inexistente; por otro lado, introdujo desde sus comienzos
la evaluación de méritos a la hora de determinar sus apoyos, cosa que, de
nuevo, se dice fácil pero hay que valorar lo que significaba eso cuando el
apogeo de la cultura del igualitarismo mal entendido; y, por último ha ido
haciendo mucho para que el país tenga estima por sus investigadores y valore
como debe la producción de conocimientos, su difusión y aplicación.
Hubo,
en síntesis, una suerte de «apropiación» de una política pública, la política
científica, por parte de un grupo social constituido por la comunidad
científica, no obstante la elaboración de cuatro Planes
Nacionales,
redactados en diferentes quinquenios gubernamentales con la pretensión casi
nunca cumplida de establecer prioridades que señalaban cuál era la ciencia
requerida por el país. Se trató, entonces, en gran medida, de una política
desde y para los científicos con el apoyo y la aquiescencia del Estado,
conforme a un arreglo - contrato social -, que no fue único, sino que tuvo
lugar en otros campos y en todos ellos permitió, de diversas maneras y en
diversos grados una suerte de “colonización” de la política pública por parte
de intereses corporativos variados. En este sentido vale la pena, por su
relación con el tema que se viene tocando, una corta digresión sobre la
política tecnológica”.
Los antecedentes de la transferencia
tecnológica en nuestro país nos lleva a mencionar: la creación, en 1950, de la
Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (ASOVAC), la Facultad de
Ciencias de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y del Instituto
Venezolano de Investigaciones Neurocerebrales (IVNIC), en 1958, instituto éste,
antecesor del actual Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
(IVIC). Es en esta década cuando el Estado comienza a financiar la
investigación científica y a dar importancia a esta actividad para el
desarrollo científico y tecnológico del país. Todo ello impulsó la creación, en
1967, del Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICIT),
como organismo planificador de la actividad de ciencia y tecnología en el país.
Esposito de D. (1989) Elevado a Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT)
en el año de 1999. En 1982 se crea, la Dirección de Fomento
Tecnológico, en el CONICIT, sobre la base de la experiencia de su antecesora,
la Unidad de Transferencia de Tecnología, con el objetivo de: “Fomentar el
desarrollo tecnológico nacional, transfiriendo a la industria y a los usuarios
en general los resultados de las investigaciones tecnológicas de los centros de
generación de tecnologías y, canalizando la demanda de la industria hacia las
fuentes de la tecnología local”. CONICIT. (1991: 55) En sintonía con sus
objetivos esta Dirección ejecutó diversas políticas de apoyo para establecer
vínculos entre la industria y el sector académico: El Encuentro
Universidad-Industria en mayo de 1982; El Seminario de Valorización de
Tecnologías en noviembre del mismo año; La contratación de estudios de
prefactibilidad tecno-económico de nuevas tecnologías; El programa
Fortalecimiento de Centros de Investigación Tecnológica; Las Ruedas de
Negociación Tecnológicas; Apoyo con la modalidad de financiamiento de riesgo
compartido a solicitudes de empresarios para solventar problemas tecnológicos a
ser resueltos por centros de investigaciones o universidades. Todas estas
actividades impulsaron
al sector productivo a entablar convenios, entre las partes interesadas, de
manera que la transferencia de tecnología pudiese ser un hecho normal no
traumático demostrando además el potencial de las
universidades y de los cambios que pueden lograrse en conjunto para el
beneficio del desarrollo tecnológico y socioeconómico del país.
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